lunes, 26 de mayo de 2014

Estampas Japonesas.



Sin demasiadas pretensiones, tan sólo con el afán de dar lugar al ejercicio de escribir, en esta sección intentaré combinar mis prácticas del taller de pintura de Beti Alonso con mi curiosidad teórica sobre aquello que pinto.
En esta primera oportunidad le tocó el turno a las estampas japonesas. Fueron tres pinturas que realicé durante este verano y que sin quererlo formaron parte de una serie que me dio mucha gratificación personal realizar.


Dentro de la pintura japonesa surge entre los siglos XVI y XIX una corriente artística conocida como Ukiyo-e o Estampa Japonesa, que consistía en una compleja técnica de xilografía, es decir, en grabados en bloques de madera que luego eran impresos en papeles naturales tantas veces como colores tenía la imagen.

A través de un dibujo simple, nítido y colorido; las estampas japonesas recreaban la vida cotidiana de los campesinos, paisajes, costas, escenas de amor (manuales sexuales llamados shugan que contienen pinturas pornográficas) y también retratos de prostitutas, luchadores de sumo y ambientes típicos de los burdeles y teatros Kabuki.

 

Se utilizaban grandes masas de colores planos y puros, con casi ausencia de sombras y perspectivas, líneas sinuosas y encuadres asimétricos de las escenas plasmadas con una gran carga de emotividad, realismo y comicidad.

El auge de las estampas japonesas o “pintura del mundo flotante” tiene estrecha vinculación con el crecimiento de una enriquecida burguesía que, si bien no tenía suficiente dinero para adquirir obras de arte originales de pintores famosos, se contentaba con decorar sus casas con las estampas. Así, los burgueses japoneses se convirtieron en mecenas de los artistas de Ukiyo-e, ya que eran obras que se producían de forma masiva y a las cuales tenían acceso. En contraposición, eran despreciadas por la nobleza y no la representaba en absoluto.


Este arte japonés marca una impronta entre los artistas plásticos europeos del siglo XIX y en las vanguardias artísticas de comienzos del siglo XX, sobre todo en aquellos integrantes del movimiento Impresionista y Postimpresionista; tales como Manet, Pierre Bonnard, Henri de Toulouse-Lautrec, Mary Cassatt, Degas, Renoir, James McNeill Whistler, Monet, Vincent Van Gogh, Camille Pissarro, Paul Gaugin, Gustav Klimt, entre otros.
Van Gogh fue uno de los grandes pintores del siglo XIX que se maravilló con este arte japonés. Llamaron profundamente su atención el colorido de las estampas, el tratamiento del color, la perspectiva de fuga (como un encuadre fotográfico). De esta forma, incluyó en varias de sus obras de árboles tanto el movimiento típico de las ramas como de los troncos que se ilustraban en las estampas, pintó geishas, adoptó sus colores y hasta enmarcó varios de sus cuadros con madera lacada y signos japoneses, como lo hacía uno de los máximos exponentes de la “pintura del mundo flotante”, Ando Hiroshige.

A partir del siglo XX, las estampas japonesas son valoradas en todo el mundo y su admiración y reconocimiento se extiende a nuestros días. 
Museos de todo el mundo abren sus puertas a este arte japonés que bien vale conocer, como fue el caso del Museo del Prado, que el año pasado realizó una exposición con las más de cincuenta obras de Ukiyo-e que posee la institución con motivo de la celebración de los 400 años de relaciones entre Japón y España.

Fuentes:
www.museodelprado.es
www.arte.laguia2000.com
www.depasoarte.blogspot.com.ar






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