La fecha es el 24 de Junio, pero en esta oportunidad la efeméride vino con retraso. Sin embargo, no quería por eso dejar de compartir que ese día se celebra el nacimiento de Ernesto Sábato, gran escritor, ensayista, físico y pintor argentino.
Sábato siempre fue el escritor que más cercano sentí, no sólo como lectora sino porque nací a pocas cuadras de su casa de Santos Lugares y así su cercanía física también lo fue desde lo literario y lo ideológico. En más de una oportunidad pasé siendo adolescente por la puerta de su casa con la ilusión de encontrarlo caminando en su jardín y, aunque sea tras la reja de la entrada, poder saludarlo.
De todas formas, fue un sueño que cumplí allá por Junio de 1999, pocos días después de su cumpleaños número 88. En esa oportunidad pude asistir junto a Darío (fiel acompañante en todo!) a una charla debate en la Boutique del Libro, en San Isidro, con motivo de la entonces reciente publicación de su libro autobiográfico "Antes del Fín". No sólo lo vi y lo escuche en vivo y en directo, sino que lo pude saludar y llevarme su dedicatoria en mi libro, que es uno de los tesoros de mi biblioteca.
Era una tarde era fría, sin embargo una muchedumbre se reunió en la librería dos horas antes del horario acordado para poder conseguir un lugar. Algunos ubicados en sillas, otros parados, los más osados sentados simplemente en el suelo y los que llegaron tarde tuvieron que conformarse con apoyar su nariz contra la vidriera y escuchar la charla desde afuera. Pero todo valía con tal de verlo y escucharlo.
En su casa, el día que cumplía 85 años. www.lanacion.com.ar |
Sábato siempre fue el escritor que más cercano sentí, no sólo como lectora sino porque nací a pocas cuadras de su casa de Santos Lugares y así su cercanía física también lo fue desde lo literario y lo ideológico. En más de una oportunidad pasé siendo adolescente por la puerta de su casa con la ilusión de encontrarlo caminando en su jardín y, aunque sea tras la reja de la entrada, poder saludarlo.
De todas formas, fue un sueño que cumplí allá por Junio de 1999, pocos días después de su cumpleaños número 88. En esa oportunidad pude asistir junto a Darío (fiel acompañante en todo!) a una charla debate en la Boutique del Libro, en San Isidro, con motivo de la entonces reciente publicación de su libro autobiográfico "Antes del Fín". No sólo lo vi y lo escuche en vivo y en directo, sino que lo pude saludar y llevarme su dedicatoria en mi libro, que es uno de los tesoros de mi biblioteca.
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Era una tarde era fría, sin embargo una muchedumbre se reunió en la librería dos horas antes del horario acordado para poder conseguir un lugar. Algunos ubicados en sillas, otros parados, los más osados sentados simplemente en el suelo y los que llegaron tarde tuvieron que conformarse con apoyar su nariz contra la vidriera y escuchar la charla desde afuera. Pero todo valía con tal de verlo y escucharlo.
Ernesto Sábato llegó a la librería escoltado por Elvira, su
eterna ayudante que estuvo a su lado más de 25 años. Con pasos cortos y una sonrisa en la boca, en
medio de aplausos y afectuosos saludos, se ubicó en el centro del salón para
dar inicio al debate.
Si bien en esa oportunidad sugirió que ese libro sería el último, al año siguiente, en el 2000, publicó "La Resistencia" y en el 2004 "España en los diarios de mi vejez".
Un 30 de Abril del 2011 fallece a los 99 años en su casa de Santos Lugares, faltando pocos días para cumplir 100 años.
A continuación, rescaté varios pasajes de su charla, que desde distintos momentos y facetas de su vida lo muestran tal cual era.
Si bien en esa oportunidad sugirió que ese libro sería el último, al año siguiente, en el 2000, publicó "La Resistencia" y en el 2004 "España en los diarios de mi vejez".
Un 30 de Abril del 2011 fallece a los 99 años en su casa de Santos Lugares, faltando pocos días para cumplir 100 años.
A continuación, rescaté varios pasajes de su charla, que desde distintos momentos y facetas de su vida lo muestran tal cual era.
Su libro, “Antes del fin”.
“El libro último es el definitivo porque
después me muero. Antes del fin quería dejar un testimonio. Es una especie de
despedida. Tengo 88 años. Es cierto que he tenido ancestros que han llegado
hasta los 110 años. Recién ahora empiezo a ver ciertas cosas, a darme cuenta de
tonterías que uno ha hecho (...). Pero me siento muy bien”.
Su relación con la juventud.
“Yo quiero mucho a la juventud. Me llevo muy bien con los
muchachos y muchachas (...) que en esta época terrible del mundo entero, están
deseando saber a dónde se va a ir a parar. En este mundo tecnoláctrico y
técnico, lo único que interesa son los números y el producto bruto nacional,
algo bien llamado. Contra lo que muchos creen de los muchachos y muchachas, que
están en la pavada, no es así. Yo tengo correspondencia con enorme cantidad de
jóvenes, o en la calle o hablando en cualquier parte. No digo que sea la
mayoría, pero la historia la hacen las grandes minorías, esos son los que hacen
la historia (...). Me siento apoyado por ellos y los quiero. Me escriben muchas
cartas y les respondo a los que puedo. Incluso hay algunas cartas muy
desesperadas, como de suicidio. Pero también, el hecho de escribirle a uno
indica que ellos, de alguna manera, quieren ver una salida y entonces hay que
responder en serio. Tampoco hay que decirles cosas que no son ciertas o
totalmente verdaderas (...). El suicidio es una especie de menosprecio de la
vida. Hay que luchar por otras cosas que son importantísimas como la vida, el
amor, la soledad (...)”.
Actitud “anarco-cristiana”.
“La anarquía en una época,
cuando yo era muchacho, eran esos que ponían bombas. Pero esos eran una
minoría. La base del anarquismo no ha sido el resentimiento social. Los grandes
movimientos sociales que transformaron el mundo fueron hechos por una elite de
cuatro o cinco personas, los demás los siguen. Y generalmente esas luchas,
procesos de transformación social lo han hecho siempre personas que no son ni
pobres ni estaban resentidos socialmente. Incluso los que no son príncipes, son
burgueses, como es el caso de Carlos Marx. Ellos lucharon por la justicia
social. Uno de ellos fue Cristo, que no era un debilucho, era un tipo que se
metía a pelear. Basta leer con cuidado las cosas que todos conocemos de Cristo
como hombre”.
Doctorado en Ciencias Físico-Matemáticas”.
“Hice el doctorado en Ciencias
Físico-Matemáticas. Me dieron una beca, que se da una por año, y fui a trabajar
a los Laboratorios Curie. Yo iba a trabajar a la mañana, iba un poco dormido
porque de noche me iba con amigos a cafés. Tenía una doble vida. Había conocido a
una chica, que me había presentado un amigo, que estaba trabajando en los
Laboratorios Curie y le daba los trabajos que tenía que hacer. Era muy buena persona, muy inteligente y me
retaba. Yo iba cansado, dormido, estaba hasta la una de la madrugada, pero no
podía hacer nada, si a mi no me interesaba. Cuando abandoné la ciencia me
consideraron un traidor".
Sueños y pesadillas.
“Estudié ciencia porque tenía un caos tan fenomenal, un caos
psicológico. Sufrí mucho de pesadillas terribles. Me levantaba de noche, era
sonámbulo, e iba a buscar a mi madre y le pedía agua. Vivía en un caos absoluto
y eso se ve en todo lo que he escrito luego en mis novelas. Es caótico, es
duro, misterioso, ¿qué tenía que ver eso con la matemática pura? Nada que ver.
La matemática pura tiene una belleza, una armonía, una razón. Pero con eso no
se resuelven grandes problemas, sirve para demostrar un teorema. [Los libros
que he escrito] ayudan mucho, son una descarga. Son cosas que tienen que ver
con el inconsciente, con el misterio, con los sueños. Ahí están las grandes
verdades existenciales(...). Una vez que
hice el Doctorado, que cumplí con todos los deberes; después dije ‘yo he cumplido con esto, bueno
ahora déjenme tranquilo’. Yo había escrito muchas cosas, tenía elementos de
varias ficciones en marcha".
La tecnolatría.
“La tecnolatría es el endiosamiento de la ciencia, que con
eso se cree que se van a resolver los grandes problemas de la humanidad. La
técnica se está imponiendo sobre otros valores. La belleza, lo importante, lo
esencial, lo que hace a la vida, a la muerte, a la soledad; esas son cosas
fundamentales. Leí en el diario una página entera sobre un argentino que había
llegado, que estuvo no se cuantos años en Estados Unidos y vino como un dios a
resolver todos los problemas humanos, ¿qué problemas humanos va a resolver uno
con esa clase de conocimientos y de idolatría?
Se salva de otra manera, con amor, cariño, intuición".
Su experiencia en Albania.
“Mi madre era albanesa. Es una nación muy rara que ha
mantenido su raza, su lengua a muerte, que no ha cedido. Una de las cosas que a
mí siempre me conmovió es que los turcos, que dominaron Europa por siete
siglos, nunca pudieron con los albaneses. Es una raza sin mezcla, ellos
mantuvieron su identidad. Cuando llegamos a Albania nos recibieron con un gran
afecto y nos fueron trayendo cosas: flores, frutos, distintos tipos de tejidos
regionales. Tuve dos regalos que fueron tremendamente fuertes, uno era la
tierra del país de mi madre, que me emocionó mucho. Y después vino un señor con
un cuaderno con una letra muy chiquita. En Albania hubo cárceles subterráneas,
cárceles de oscuridad y este señor había estado doce años en una de estas
cárceles. Me mostró ese cuaderno con letra muy chiquita, seguramente tendría
una vela y me quedé conmovido, impresionadísimo. Tenía un texto de Camius y
un texto mío de “Remotos Muchachos”, con los cuales había sobrevivido los doce
años de cárcel. Tenía a los textos como un tesoro (...) y tal vez fueron esos
dos textos los que lo salvaron de esos años en la oscuridad. También me vino a
ver a la capital un argentino que era del grupo de Teresa de Calcuta que se
había ido al norte de Albania a ayudar en un leprosario”.
Iniciación literaria.
“Entré [al mundo de la literatura] por el teatro. Mi hermano
Pepe era muy fanático del teatro y en casa había una colección llamada
‘Bambalinas’ que era del teatro de todo el mundo, salvo de Argentina que, dicho
sea de paso, tuvo grandes valores teatrales, consecuencia de la cruza de tres
razas teatrales: los italianos, españoles y judíos. Yo leía esa colección a los
diez años. Siempre me apasionó el teatro, incluso mis libros de ficción son
teatrales y se pusieron varias veces en teatro. El teatro me apasionó siempre,
se levantaba el telón y comenzaba la magia. Después vino una moda que fue hacer
teatro abierto. Me acuerdo que estaba viendo una obra de teatro, entonces me
agarró uno de los pies, y era teatro abierto porque participaban los
espectadores, otra que espectadores, le di un tacazo al tipo y le dije: ‘oiga,
¿qué está haciendo usted ahí abajo?’. Salió el tipo aullando. El teatro es
cerrado, otra que abierto”.
La pasión por la pintura.
“Desde chico tuve pasión por la escritura y la pintura.
Cuando quedé mal de la vista y me prohibieron la escritura y la lectura, me
dediqué más a la pintura. Generalmente leo los títulos de los diarios y eso me
basta para amargarme el día. Tengo una pequeña teoría sobre la pintura: el
pintor vive mucho más que, por ejemplo, los escritores; porque la pintura es
sana, no tiene nada de intelecto. Si la pintura es intelectual, como lo ha
habido, es una basura. Yo me levanto muy temprano, me hago un té y me pongo a
pintar. Voy pintando lo que me sale. Uno empieza borroneando algo y después
empieza a percibir, por lo menos eso es lo que yo hago. La pintura y la
literatura son perfectamente compatibles, hay cosas que no se pueden hacer con
palabras sino con pinturas y otras cosas al revés. A mí no me interesa lo
intelectual en la pintura ni en la literatura, salvo que sea una cosa intelectual,
como un ensayo. Pero una novela está hecha de locuras, barbaridades, horrores,
humor negro. Lo que te da rabia, lo que te conmueve, lo que te sacude, eso es
lo que hay que escribir. Con eso se descarga uno, por eso estoy vivo”.
Gracias, excelente recuerdo!!
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